Rahm vuelve al origen

Cuando ganó el US Open en 2021, Jon Rahm avistaba una carrera sembrada de gloria. Tenía 26 años, era el mejor del mundo, y empezaba a edificar su leyenda. Cuatro ediciones después, el pronóstico no se ha cumplido. Es verdad que en 2023 conquistó otro grande, el Masters de Augusta, grande entre los grandes, pero en esa época seguía siendo un mito en construcción, un jugador apegado a los valores tradicionales del golf que se marcaba como referente el legado de Seve Ballesteros. Todo aquello se derrumbó unos meses después, cuando dio un vuelco a su carrera con su fichaje por la liga multimillonaria saudí. No es casualidad que su desembarco en el LIV haya coincidido con sus peores resultados en los escenarios ilustres.

Es cierto que en los torneos de su circuito sí mantiene una regularidad abrumadora, con 21 puestos en el top-10 que incluyen dos victorias, pero estas clasificaciones están muy lejos de lo que se espera de un jugador de su calibre, de lo que prometía aquel Rahmbo de 2021. Los torneos del LIV Golf duran un día menos y tienen un tercio menos de participantes que un evento del PGA. Hasta el propio Rahm empieza a renegar: “Lo cambiaría por más triunfos”.

A la hora de la verdad, en los majors, el de Barrika sucumbe ante los mejores. Podemos pensar que el LIV no le permite alcanzar el nivel adecuado, o que sigue atenazado por los remordimientos. Este año parece que sí ha empezado a liberarse con algunos destellos en los dos grandes disputados. En Augusta fue 14º, con detalles brillantes. Y en el PGA Championship luchó por el título en la última jornada frente a Scottie Scheffer, antes de caer a la octava plaza. Existe todavía algo que le agarrota en los momentos decisivos. ¿Recuerdan su hundimiento en los Juegos Olímpicos de París 2024? Pero cada vez está más cerca de reencontrarse. ¿Y por qué no en el US Open? El torneo donde empezó todo. Un regreso al origen.

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