Lamine abrió el camino del alirón

LaLiga que pudimos suponer que sería la de Mbappé ha terminado por ser la de Lamine Yamal, ese muchacho de 17 años que constituye la perla de un equipo espléndido. El triunfo es de todo el grupo, por supuesto, y en él tiene un protagonismo distinguido Hansi Flick, ese hombre tranquilo que llegó al Barça sin las ataduras de aquel pasado próximo a cuyo recuerdo el barcelonismo no quería renunciar, pero que a él no le pesaba nada. Sin Xavi ni Iniesta ni Messi no se podía hacer lo que ellos hicieron. Había que contar con lo que ahora hay, y él decretó un 4-2-3-1 con defensa adelantada, Pedri al mando y buenos extremos.

Le ha funcionado, a pesar de que un gol ‘in extremis’ del Inter le haya dejado sin la presencia en la final de Champions. Pero esa fórmula ha valido para ganar la Supercopa, la Copa y LaLiga, y para conseguir la máxima expresión de varios jugadores, entre ellos y sobre todo Lamine, cuyas exhibiciones ante el Inter son inolvidables. Anoche fue él quien tiró la muralla con el primer gol, el más difícil, el que vale por tres, según decía Di Stéfano. Fue un gol muy suyo, entrando de derecha al centro por ‘la diagonal de Messi’ para disparar cruzado, imparable. Una jugada que repite, que todos los defensas conocen, pero nadie sabe impedir.

Un gran campeonato y un gran campeón, proclamado al final de un partido de rivalidad, al que, lástima, le sobraron el prólogo y el epílogo. El prólogo, por un atropellamiento oscuro ocurrido justo antes del partido; el epílogo, por el disparo del riego automático, provocando la evacuación apresurada de los campeones. No está lejos en la memoria el festejo culé en el mismo campo, que resultó excesivo y provocó incidentes. Todo tiene una explicación, aunque no hay que confundir explicación con justificación, y remontarse a quién y cuándo empezó es estéril. Lo deseable es que el civismo siga ganando territorio.

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